«Suena el despertador y nos preparamos mentalmente para afrontar una guardia de 24 horas en el SAMU. Mi mujer Nuria y yo nos miramos a los ojos y se despide con un ‘ten mucho cuidado’. Me voy preocupado por poder contagiar a los míos a la vuelta, pero a la vez orgulloso de poder contribuir a aliviar sufrimientos y salvar vidas en la medida de lo que podamos.
« Me queda la enorme satisfacción de haber aportado esperanza y alivio a muchísima gente»
No hay tráfico apenas y se ven algunos coches de policía parando a viandantes. Llego a mi base del Hospital y empieza una nueva rutina muy distinta a hace muy pocos días. Una ambulancia UVI con olor a lejía. Los compañeros salientes nos relatan lo vivido y uno tiene que ser muy fuerte psicológicamente, demasiadas muertes diarias y aunque llevamos la mayoría más de 20 años en el servicio, nunca habíamos experimentado esta situación tan difícil a algo invisible como es el Covid-19.
Avisos con Equipos de Protección Individual (EPI), un pequeño error cometido puede salirte muy caro al igual que a dos compañeros del Samu de Valencia que han fallecido de coronavirus y que están en nuestro recuerdo.
Ya en casa muy cansado, reseteo mi mente, por todo el sufrimiento vivido por los enfermos y sus familiares que hemos atendido en la primera línea de fuego. Una sensación de preocupación y de resignación me invade. Me queda la enorme satisfacción de haber aportado esperanza y alivio a muchísima gente junto a mis compañeros médicos, enfermería y TES del SAMU que diariamente nos jugamos la vida por todos.
Después, mi hijo Sergio y mi mujer, Nuria, me miran sin saber qué decirme y yo les digo, «todo ha ido muy bien cariño», sin realmente estar seguro. Seguimos con la cabeza alta. Todo pasará».