Entradas

José María Castelló asegura que le ha sorprendido el rápido aprendizaje de aquellos clientes menos habituados al uso de la tecnología.

José María Castelló, director BBVA de la oficina de Almoradí, ha resaltado que han aprendido a relacionarse con sus clientes a través de otros canales, como la app o la web

José María Castelló Sánchez, director BBVA de la oficina de Almoradí

José María Castelló asegura que le ha sorprendido el rápido aprendizaje de aquellos clientes menos habituados al uso de la tecnología.

«El cambio más evidente que hemos experimentado en nuestra forma de trabajar es que el 90% de los compañeros lo están haciendo desde sus casas y atendiendo a todos sus clientes a distancia. Lo cierto es que el banco ha adaptado los sistemas en un tiempo récord para que todos podamos trabajar sin estar en las oficinas.

Por otro lado, desde el primer momento, la salud de nuestros clientes y compañeros ha sido nuestra prioridad por eso hemos respetado los protocolos sanitarios establecidos para preservar la salud de todos. Es necesaria la salud física para poder enfocarnos en contribuir a que la salud financiera de los clientes no se deteriore, debido al impacto económico de esta crisis sanitaria.

En mi caso, lo que más me ha costado ha sido la adaptación a las nuevas dinámicas de trabajo. Hemos tenido que reducir al mínimo el contacto en la oficina con el resto de los compañeros, los clientes que acuden a la sucursal y las visitas a empresas.

Aprendizaje de las nuevas tecnologías

Pero también hay que destacar que me ha sorprendido el aprendizaje de aquellos clientes menos habituados al uso de la tecnología. Esta crisis sanitaria ha sido un aprendizaje para ellos. También los equipos de BBVA hemos aprendido a relacionarnos con nuestros clientes a través de otros canales, desde el teléfono a la app o la web, y ahora solo vienen a las oficinas para los servicios más imprescindibles.

Creo que que esta crisis sanitaria ha contribuido a poner en valor la app de BBVA, donde los clientes pueden realizar prácticamente la totalidad de sus gestiones financieras. Se siguen sorprendiendo con todas las opciones que tienen disponibles desde su casa.

Todos los ciudadanos, y nuestros clientes también, hemos comprendido la importancia de permanecer en nuestros domicilios y cumplir con el estado de alarma. Por tanto, acuden de forma mínima a las oficinas de BBVA.

Además, nuestros clientes están valorando positivamente nuestro contacto con ellos y nuestra orientación con el uso de la app y la web, incluso a aquellos que a priori no tenían perfil digital, que ahora son capaces de realizar sus gestiones de forma sencilla y sin tener que desplazarse.

Muchos clientes mayores, que inicialmente más eran reticentes al uso de la tecnología, ahora se muestran muy agradecidos por poder seguir accediendo al servicio bancario y aprender a hacer muchas de sus gestiones a través del teléfono.

LADILLO: Somos parte de la solución

Me siento orgulloso de formar parte de BBVA y de nuestra máxima implicación en ayudar a la sociedad a aliviar y superar estos momentos de dificultad. Creemos que los bancos somos parte de la solución, y para ello ponemos al cliente en el centro. Además, todo el trabajo en transformación digital de BBVA ahora nos sirve como palanca para evitar desplazamientos innecesarios con riesgo para la salud de las personas. Siento que todas las áreas del banco estamos coordinadas, trabajando como un solo equipo y mostrando una gran capacidad de adaptación a la nueva situación que, en un corto espacio de tiempo, nos ha permitido continuar dando servicio a los clientes».

El Covid-19 ha provocado que trabajadores de los gremios esenciales recuperen toda la admiración y el respeto ciudadano.

Gente corriente, de carne y hueso, hombres y mujeres que salen de casa a plantar cara a la amenaza invisible, a jugarse el tipo por los demás

El Covid-19 ha provocado que trabajadores de los gremios esenciales recuperen toda la admiración y el respeto ciudadano.
El Covid-19 ha provocado que trabajadores de los gremios esenciales recuperen toda la admiración y el respeto ciudadano.

Somos el futuro que vendrá… y la memoria. Atrás debe quedar el rasgo ausente de existir a medias, como de mentira, de hacerlo sin pensar, sin enfocar, dejándose devorar por impulsos, por urgencias leves, persiguiendo sueños de cartón piedra, ligando la felicidad a pulsiones minúsculas de usar y tirar. Vivimos ajenos a la grandeza de lo simple. Posamos el interés en lo que más brilla y, por lo general, lo que más interesa es lo que menos esfuerzo necesita.

Pero detrás del disfraz de progreso que reviste el primer mundo late la debilidad del ser humano frente a la naturaleza. Corremos tanto, corremos tan deprisa, que perdemos de vista la fragilidad que nos habita, la insignificancia de la que estamos hechos.

Por eso, cuando la realidad nos abofetea, tardamos en reaccionar hasta que caemos en la cuenta de que lo que nos salva la vida no es un asiento en un estadio, sino una cama en el hospital. Nos mantienen a salvo los viajes sin avión al supermercado de abajo, los camiones llenos de mascarillas, guantes y jabón de manos…

Gente corriente, de carne y hueso, hombres y mujeres que no se sienten ni mejores ni peores que nadie, que tienen miedo, que sufren en voz baja, que anteponen el deber a la exigencia, el servicio público a la vanidad; profesionales que, cuando la impostura pierde su máscara a garrotazos, salen de casa a plantar cara a la amenaza invisible, a jugarse el tipo por los demás.

Superhéroes de barrio, silenciados por la rutina informativa en tiempos de bonanza, opacados por la ceguera que ocasiona la promesa de Eldorado, pero que recuperan su lugar en la escala de valores, uno destacado, cuando las cartas vienen peor dadas, cuando la pandemia no hace distinciones entre ricos y pobres. Suyas son las manos que nos salvan.

Y aunque sus cuentas corrientes no sean proporcionales al papel que juegan, a pesar de que se hable de ellos con desgana, incluso con desprecio, la misión que cumplen es crucial, tal vez por eso, el estado del bienestar les aplaude cada día a las ocho.

Hace dos semanas, casi en el siglo pasado, el Gobierno de España elaboró un catálogo con 24 epígrafes para subrayar las actividades esenciales, un listado de servicios laborales para los que el confinamiento no rige, tareas indispensables para que la hibernación forzosa de la economía nacional no acabe en coma terminal.

Los hombres y mujeres, muchos en primerísima línea en la lucha contra el Covid-19, desafían la cuarentena para impedir que las hebras del virus que nos ha robado nuestro día a día lo infecten todo, nos llenen de sombras y reduzcan a cenizas una civilización altiva que empieza a pagar su profundo desprecio por la naturaleza.

«Nos ha hecho falta una calamidad como la que ahora estamos sufriendo para descubrir de golpe el valor, la urgencia, la importancia suprema del conocimiento sólido y preciso, para esforzarnos en separar los hechos de los bulos y de la fantasmagoría y distinguir con nitidez inmediata las voces de las personas que saben de verdad, las que merecen nuestra admiración y nuestra gratitud por su heroísmo de servidores públicos». Las palabras del escritor Antonio Muñoz Molina, transforman en letras la sensación de gratitud que emana de los balcones cuando rompen a aplaudir.

El Gobierno de España elaboró un catálogo con 24 epígrafes para subrayar las actividades esenciales.
El Gobierno de España elaboró un catálogo con 24 epígrafes para subrayar las actividades esenciales.

Catálogo de oficios vitales

Más de un mes después de la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) del Real Decreto 463/2020, –el que declaró la alarma nacional el 14 de marzo–, continúan a pleno rendimiento el sistema sanitario en bloque, las administraciones, el transporte público y las fuerzas y cuerpos de seguridad.

A su lado, los agricultores, los ganaderos, las compañías logísticas, la cadena completa de la industria alimentaria, las empresas químicas, los investigadores farmacéuticos, los servicios técnicos, las telecomunicaciones, los bancos y las cajas…

Detrás de cada epígrafe hay profesionales, vidas, familias, nombres propios empeñados en salir de esta sin dejar a nadie atrás aun sabiendo que no será imposible a pesar del su esfuerzo infinito. También esto pasará… y cuando lo haga habrá que tener muy presente las palabras que Francisco de Quevedo pronunció en 1611 y que se encargó de inmortalizar Antonio Machado antes de que estallara la otra gran lacra que desintegró el país en 1936, la Guerra Civil.

La némesis de Góngora le dijo entonces al tercer duque de Osuna –mientras el noble se lamentaba por su nombramiento en 1610 como virrey de Sicilia, un reino destruido económicamente y hostigado por los corsarios–, que apreciara el enorme potencial estratégico del enclave para la corona de Felipe III. El poeta era amigo de don Pedro Téllez-Girón y Velasco, por eso le dijo: «solo el necio confunde valor y precio».

Tiranía viral

Cuatro siglos después, Machado incluyó esta cita en sus Proverbios y Cantares dentro de la primera edición de Campos de Castilla, en 1912, y quedó para la historia como testimonio del verdadero prisma con el que habría que juzgar las cosas.

El Covid-19 se propaga, satura de cuerpos inertes las morgues improvisadas, enseña sus fauces letales y democratiza, con su tiranía viral, la extrema vulnerabilidad del ser humano, enredado en delirios de grandeza, en encumbrar a sujetos cuyo talento únicamente redunda en sí mismos, en sus cuentas corrientes y, en muchos casos, buscan el modo de hacer escapar al radar tributario sus riquezas para eludir los impuestos con los que el estado del bienestar se hace visible y llega al mayor número de hogares posible.

Oscar Wilde, que escribió tanto como disfrutó el efecto placebo de su fama, hizo una reflexión cuando esta le dejó de sonreír, justo antes de morir en la más tremenda de las indigencias en París. El genio dublinés, enviado a la cárcel dos años acusado de indecencia grave por conducta homosexual, llegó a la conclusión en su cautiverio que «la gente sabe el precio de todo y el valor de nada».

Ojalá el coronavirus, además de su infausto recuerdo, deje como consecuencia un cambio de paradigma en el interés popular, una variación en el reparto de glorias y méritos y sitúe a quienes hacen posible la tarea esencial de mantenernos con vida.

Juan José Cuenca lleva toda una vida cultivando en la huerta de Cox y vendiendo sus frutas y verduras en los mercadillos de la provincia.
Juan José Cuenca lleva toda una vida cultivando en la huerta de Cox y vendiendo sus frutas y verduras en los mercadillos de la provincia.

Juan José Cuenca tiene esperanza en que la crisis sanitaria «termine cuanto antes, si Dios quiere». Tiene 62 años. Después de toda una vida cultivando en la huerta de Cox y vendiendo las mejores frutas y verduras frescas en los mercadillos de la provincia, el mundo se ha enterado de que es un trabajador esencial. Cuenca es también un pequeño agricultor autónomo con 9 tahullas de espléndidos bancales -en torno a una hectárea de terreno-. Su situación es más preocupante que la de medianas y grandes empresas agrícolas que han visto cómo naranjas, limones, coliflores «ahora están por las nubes» en el supermercado.

La prioridad ahora es dar salida a través de otras vías a lo cultivado para que no se pierda


Este agricultor tiene que hacer frente a gastos, como un préstamo para afrontar los daños de la DANA de septiembre en la Vega Baja, sin recibir ningún ingreso desde mediados de marzo. Cree que si en mayo o junio los mercadillos se ponen en marcha los compradores valorarán mucho más el lujo de disfrutar de la mejor calidad-precio.


Ahora su prioridad pasa por dar salida a los productos a través de otras vías para que no se pierdan en un campo regado con especial generosidad por las lluvias de esta primavera. Como el de cientos de pequeños huertanos… ahora esenciales. Cuenca sigue trabajando la tierra.

Belén Sánchez, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Administradores de Fincas de Alicante.

Belén Sánchez, miembro de Junta de Gobierno del Colegio Administradores de Fincas de Alicante, ha destacado que con el Covid-19 han tenido que incrementar el servicio de limpieza

Belén Sánchez, Administradora de Fincas

Belén Sánchez, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Administradores de Fincas de Alicante.

«Con la llegada del virus y el confinamiento en nuestros hogares los edificios de primera residencia han tenido una media de ocupación del 90% durante 24 horas al día. Esto nos ha generado la necesidad, como no podría ser de otro modo, de reforzar el buen funcionamiento de las instalaciones comunitarias, para garantizar el confort en nuestras casas.

Los administradores de fincas gestionamos todos los oficios que resultan necesarios para que los servicios funcionen a la perfección. Con esta situación en algunos edificios, por ejemplo, hemos tenido que incrementar el servicio de limpieza de las arquetas, puesto que se han llenado con mayor celeridad que el habitual.

Otro tema muy recurrente, esta siendo el ruido de martillos y taladros que originan llamadas de los vecinos que ahora teletrabajan y no pueden concentrarse o realizar videoconferencias con estos ruidos de fondo.

Quizá la actividad que más nos han costado controlar, en cuanto a la prohibición de uso de las zonas comunes, es el tránsito por las azoteas que disponen de tendederos. Muchos propietarios no pueden evitar la atracción de pasar un rato al aire libre y alargan los tiempos o el número de accesos para tender sus sábanas.

Con todo, para nosotros ha supuesto un doble esfuerzo, no solamente en la atención a nuestras comunidades sino también para nuestros negocios. Todos los miembros de nuestro despacho estamos teletrabajando desde nuestros hogares y para ello hemos realizado importantes adaptaciones de nuestras rutinas, protocolos laborales y también a nivel técnicos.

Otro de los cambios más importantes que hemos tenido que realizar, ha sido potenciar las vías de comunicación con nuestros clientes. Durante este periodo hemos incrementado el uso de las listas de difusión de WhatsApp para trasladar información a los vecinos, facilitándoles información útil para evitar el contagio o los cambios que se han ido produciendo a nivel de normativas gubernamentales que atañen a las comunidades».